Juan Carlos Onetti: "Cuando ya no importe" - ISANEMA.BLOGSPOT
Reseña- Juan Carlos Onetti: "Cuando ya no importe"
Por: María Isabel Mena Lobo
"El almanaque en la pared, tan visitado por las moscas, adornado con dibujos de escenas campesinas, ya había envejecido o muerto y persistía en mentir con sus fechas nombrando días que ya eran difuntos anónimos enterrados para siempre en una fosa común".
Es imposible no sentir una sensación de satisfacción al escribir esto, es la reseña número diez que escribo con la intención de publicar y de ser reseña como tal. Hace días tengo esa sensación como de vivir en una nube, con la perspectiva nublada y el cerebro también por una densa bruma de sueño, pereza y desgano. No sé exactamente que tan positivo o negativo sea eso, de momento es una sensación incómoda y un poco extraña que sólo es comparable con esta novela y con aquel extraño día en que la encontré en una biblioteca ya desgastada por el tiempo. Ese día comenzó el efecto, porque me di cuenta que el techo estaba agujereado y que ya necesitaba una renovación.
Creo que lo que me empujó a tomar este libro sobre otros muchos es esa primera frase en la sinopsis: "Es imposible no querer a Onetti", esa palabra "imposible" me atrae demasiado. Es una de mis palabras favoritas, porque es imposible no decir imposible al menos una vez en la vida y porque agrega un dramatismo, un poder, una relevancia a cualquier frase.
"Cuando ya no importe" es, si no estoy mal, el último libro del autor uruguayo que murió en 1994 y además es la obra número cien de la colección Alfaguara Hispánica.
Cuando pienso en "Cuando ya no importe" se me viene a la mente la palabra "contrabando", y esa palabra a la vez recuerdo que pensé que iba a ser una historia de acción, tal vez un poco policial pero enmarcada en una dinámica social... Que lejos estaba de la ficción, porque Onetti sólo utiliza al contrabando como una muestra no más que simbólica para mostrarnos a un hombre totalmente incomprendido por dentro y por fuera. Su nombre es Carr, y luego de que su novia- esposa lo dejara, él decide emprender un trabajo de dudosas características, ofrecido por dudosas personas. Entre especulación y no muchos detalles Carr llega a un destino extraño, llega a los alrededores de un pueblo ribereño llamado Santamaría, un pueblo decadente poblado por gente que Onetti describe no menos decadente y un poco perversa y que se divide en dos pueblos distintos a la vez: Santamaría Vieja y Santamaría Nueva. Allí es donde aparecen personajes como Eufrasia, Elvirita, Diaz Grey y otros, que solo acompañan en una caída en picada y llena de anécdotas no muy distintas entre sí a Carr. Eso es toda la novela, prácticamente: Una especie de diario de Carr en el que describe su época en ese extraño pueblo y cuenta algunas historias propias y ajenas que culminan en una crisis de personalidad y un reconocimiento de lo malo. Onetti muestra la bajada inevitable en el destino de Carr y lo condena desde la primera hasta la última página a ser un incomprendido.
"Barajé con melancolía tantos días, meses y tal vez años confundidos (...) Claro que también para mí es perceptible mi contradicción. Al fin y al cabo esto no tiene más importancia que yo mismo.
Vi que casi la totalidad de los asuntos refiere a Santamaría y sus aconteceres. Y cómo, misteriosamente y sin ganas de confesarlo, lo único que verdaderamente me importa es esa ciudad, villa o pueblucho (...) Tal vez regrese algún día de éstos a esa ciudad condenada desde su nacimiento a ser provincia o, peor, a ser provinciana, que mucho me interesa sin llegar a quererla demasiado".
Nada cuesta más que una despedida, que aunque parezca desinteresada, duele en el alma y se siente en todo momento. A lo largo de la novela Carr está despidiéndose constantemente, se despide de sus fraudulentos jefes todo el tiempo, para cambiar y tener otros, se despide de sus asuntos y los deja en remojo en lo que es un "hasta pronto" y no un adiós concreto. Carr se despide de Francia y de su vida allí, con aquella mujer del principio a la que el describió que "la única cosa que tenían en común era el hambre". No importa cuantas vidas viva Carr ni a cuantas impacte positiva, negativa o neutralmente, al final nada importa, ni siquiera aquella ciudad provinciana con ímpetu de desarrollo.
"Leer lo apuntado me resultaba no sólo desagradable sino también repugnante. Todo lo sucedido está muerto y enterrado en el transcurso irrefrenable de segundos, minutos, en las horas superpuestas sin remedio a las que eran dichosas o tristes.
Miro la montañita de los apuntes y sé que no tienen destino. En la vida de todo hombre normal y maduro hay siempre una mujer lejana. Por la geografía o los días. Nunca volveré a ver a mi lejana. Si vive, pisa un punto de la tierra ignorado por mí. Y si llegara a producirse el milagro, ya marchito, del reencuentro, tampoco te ofrecería mis apuntes como lectura. Tal vez, Lejana, te mostrara el montón de hojas como una avergonzada y lastimosa prueba de que yo estuve viviendo en tu ausencia".
Comentarios
Publicar un comentario