Betty Smith: "Un árbol crece en Brooklyn" - ISANEMA.BLOGSPOT
Reseña- Betty Smith: "Un árbol crece en Brooklyn"
Por: María Isabel Mena Lobo
"Pero era algo más. Era todo lo que leía en los libros de la biblioteca; era la flor del florero bronceado; era parte del árbol que crecía firmemente en el patio; era la amargura de las reyertas con su hermano, a quien adoraba; era el llanto desesperado y sigiloso de Katie; era la vergüenza del padre que regresaba ebrio a su casa.
En ella había todo aquello y algo más que no provenía de los Nolan ni de los Rommely, ni de su afán por la lectura, ni de su don de observar, ni de su vida diaria. Era algo innato en ella y sólo en ella. Un algo diferente a cada componente de las dos familias. Ese toque supraterreno que Dios o su equivalente pone en cada alma a quien infunde vida. Eso que tiene mucho de humano y no poco de divino, que nos hace a todos diferentes unos de otros, y que no haya dos impresiones digitales iguales sobre la faz de la tierra."
Últimamente me siento más derrotada que de costumbre, así que leo más que de costumbre. Leo para no sentirme derrotada, más exactamente para sentirme invencible. (O eso sentía antes de leer "Un árbol crece en Brooklyn")
Esa invencibilidad se rompió brutalmente al leer "Un árbol crece en Brooklyn". Sorprendí una lágrima en mi rostro al leer las "derrotas" de Francie, al leer sobre su alma envenenada de tristeza y desencanto a medida de que iba creciendo, al ver que el mundo era mucho más simple y vacío de lo que ella esperaba, al descubrir que al pasar el puente entre Brooklyn y Nueva York no había más que un montón de gente sin rostro, caminando por calles abarrotadas de grandes edificios y de sacos y corbatas. No me siento mal de haber perdido la invencibilidad, al contrario, "Un árbol crece en Brooklyn" me enseñó que la derrota es más que el triunfo. Hay más satisfacción en la derrota que en un triunfo instantáneo.
Con "Un árbol crece en Brooklyn" desdibujé la línea entre Francie y yo (claro está que yo no soy tan pobre ni vivo en el Brooklyn del siglo XX), sintiendo como puñaladas las miles aventuras reales que Francie vivió.
"(...) A esto siguió la representación de la pieza escrita para la circunstancia. A Francie le ardían los ojos a fuerza de contener sus lágrimas. Mientras proseguia el diálogo, ella pensaba: "Mi obra hubiera sido mejor". Habría seguido las indicaciones de la maestra si me hubiese brindado la oportunidad de escribirla.
(...) Y ahora Francie tendría que atravesar lo que era para ella el camino del calvario. (...) Francie tenía que entrar en el aula para sacar de su pupitre la caja de útiles... Se detuvo un instante a la entrada para darse valor, porque sabía que el suyo sería el único lugar sin ramo de flores."
Me tocó de cerca el fragmento anterior. Francie se gradua del colegio y, como resultado de una cantidad de historias y sucesos más bien tristes, no es elegida finalmente para que escriba el guión de la obra escolar final (lo cuál es bastante injusto teniendo en cuenta el talento que ha demostrado ante sus compañeros y ante su maestra en composición y que últimamente se había visto opacado por la muerte de su padre Johny Nolan). Francie está envenenada de ira al ver una obra de otra en escena, ella lo hubiera hecho mejor. Aún así, debe presenciar aquel martirio en silencio y nada lista para enfrentarse a otro martirio mayor, esta vez relacionado con su condición económica. Poco hay que decir de este fragmento, se me rompe el corazón al recordarlo y a la vez, me recuerdo muchas veces en una situación parecida. Duele, me duele por Francie y por mí, si tan solo pudiéramos vivir nuestras vidas tranquilas y sin sensaciones así... Si tan solo pudiera traerme al presente a Francie y hablar con ella para hablar de como las emociones de las dos son similares, de como hay momentos en que no se sabe en dónde comienza mi vida y en donde la de ella (aunque parezca tan claro que empieza en la primera página de "Un árbol crece en Brooklyn"). Tal vez los pies del anciano, que ve en una de sus primeras escenas de vida en Brooklyn, no eran nada más que ensueños, no era más que una escabrosa pesadilla al igual que las "C" en composición.
Arriba: Brooklyn en 1920
"Siguió mirando los pies del viejo, reflexionando que en su tiempo ese anciano también habría sido un niño (...) "
Es 1912, en Williamsburg, Brooklyn. Francie es una niña estadounidense hija de inmigrantes, tiene un hermano menor; su madre Katie, es aseadora en los departamentos de la época en la localidad y su padre, a quien le tiene un amor especial y mayor, un borracho a menudo sin trabajo, pero con gran habilidad para el canto y una gran personalidad. Son extremadamente pobres. Imagínense ese escenario que plantea Smith en "Un árbol crece en Brooklyn", un escenario entre la pobreza extrema. Lo curioso es que el retrato de este Brooklyn de época no va a lo grotesco ni mucho menos tiende a la exageración, sino que se siente humano, cercano y firme.
Hay un aspecto interesante en la población de este territorio y es que detestan con todas sus fuerzas la caridad, les parece una ofensa el que les den algo por considerarlos "vulnerables", lo que se ve en infinitos fragmentos del libro, pero me atrevería a decir que el más entrañable es el del pastel de calabaza, la primera vez que Francie mintió. Había pasado una efeméride en el colegio y un apetitoso pastel de calabaza había quedado de aquel evento, cuando la profesora pregunta quién desea llevárselo a casa o comerlo allí y todas las alumnas (a pesar de que todas eran muy pobres) prefieren casi dejar que la profesora lo eche a la basura antes que recibirlo gratuitamente, Francie no lo apoya. Al fin Francie, con tal de que el pastel se aproveche, miente al decir que le va a dar el pastel a una familia muy pobre (cosa que no es cierta, ya que ella se lo termina comiendo).
Arriba: Betty Smith
De Betty Smith no sabía realmente nada. Fue una coincidencia que se me diera por leer este libro, que llevaba en la casa al menos unos ocho años. Destacan en la corta biografía de Smith encontrada en internet y en las últimas páginas del libro la autoría de "Un árbol crece en Brooklyn" y sus sobresalientes logros a nivel de ventas y crítica en la época, además de su profesión como docente y como escritora de obras de teatro. "Un árbol crece en Brooklyn está considerado como uno de los diez "best-sellers" de todos los tiempos en los Estados Unidos.
Cabe destacar, que un símbolo icónico y presente en todo el libro son los árboles, especialmente como testigos de la vida de los habitantes de Brooklyn y como testigos de la vida de Francie.
"Un árbol crece en Brooklyn" es la novela más cercana y humana que haya leído, con autenticidad y hasta toques de humor. Así como Francie, yo creo firmemente que podemos ser como los árboles de Brooklyn, podemos seguir creciendo hasta llegar al cielo, crecer en las grietas del cemento.
"En el patio de la casa de Francie había solamente un árbol. No era un pino, tampoco un abeto. Sus hojas lanceoladas extendíanse sobre varitas verdes que irradiaban del tronco como si fueran sombrillas abiertas. Algunos solían llamarlo "El árbol del Cielo", pues donde caía su semilla, allí crecía y luchaba por llegar al cielo. Lo mismo crecía entre cercas y escombros; era el único árbol que podía crecer en las grietas del cemento. Se esparcía frondoso, pero únicamente entre las barriadas populares".
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